Abordando la Crisis de Financiación de la Salud Global con Finanzas Privadas y el Llamado a la Autosuficiencia
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Una emergencia silenciosa se apodera de los sistemas de salud más vulnerables del mundo: una caída grave y constante en la ayuda internacional ha desatado una profunda Crisis de Financiación de la Salud Global. Desde 2021, la financiación para los servicios de salud en países de ingresos bajos y medianos (LMICs) ha disminuido drásticamente, con donantes importantes como Estados Unidos y las naciones europeas recortando miles de millones de dólares. Esta crisis se ha intensificado hasta el punto de que se proyecta que la ayuda sanitaria externa disminuirá entre un 30% y un 40% en 2025 en comparación con los niveles de 2023.
El impacto de esta retirada es inmediato y devastador. Los datos de una encuesta de 108 LMICs recopilados en marzo de 2025 indicaron que los recortes de financiación han reducido servicios críticos, incluidos la atención materna, la vacunación y la vigilancia de enfermedades, hasta en un 70% en algunas áreas. Además, más de 50 países han reportado pérdidas de empleo entre los trabajadores sanitarios y de atención.
Ante esta brecha, ha surgido un clamor por la financiarización de la industria de la salud global, dando la bienvenida a herramientas sofisticadas de Finanzas Privadas como empresas de capital privado, fondos de cobertura y bancos de inversión. Este enfoque, promovido como "inversión", busca cubrir las brechas de financiación, pero opera bajo la premisa explícita de generar un rendimiento financiero para los inversores adinerados.
Los expertos advierten que este giro hacia las Finanzas Privadas es profundamente defectuoso. En el centro de este cambio reside una contradicción fundamental: promover la salud de las comunidades más pobres mientras se habilitan simultáneamente ganancias de dos dígitos para los inversores. Esta financiarización facilita la extracción de dinero de la salud global a través de mecanismos como pagos de intereses, dividendos y recompras de acciones. Por ejemplo, un estudio identificó 879 millones de dólares en pagos de intereses realizados a tenedores de bonos con cargo a los presupuestos de ayuda gubernamental a través del Fondo Internacional de Financiación para la Inmunización (IFFIm) de Gavi.
Cuando se priorizan los retornos de los inversores, los objetivos de salud humana se ven afectados. El Fondo de Financiamiento de Emergencia para Pandemias (PEF) del Banco Mundial, por ejemplo, aplicó criterios excesivamente restrictivos para retrasar la liberación de fondos; cuando el COVID-19 atacó, el PEF solo desembolsó fondos cuatro meses y medio después de que se reportaran los primeros casos, al haberse centrado en los umbrales obligatorios para los inversores en lugar de en la velocidad de respuesta. Además, este enfoque en la generación de ingresos tiene costos humanos tangibles, con informes que documentan abusos de derechos en hospitales corporativos, incluida la negación de atención médica de emergencia y la detención de usuarios por falta de pago de facturas. Los críticos argumentan que la financiarización es un código para "hacer que el dinero genere dinero en la salud" sin desarrollar la infraestructura, el personal o los sistemas necesarios para el bienestar humano.
Reconociendo la gravedad de la crisis, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó una nueva guía en noviembre de 2025, instando a los responsables políticos a aprovechar la crisis como una oportunidad para que los países transiten de la dependencia de la ayuda hacia una Autosuficiencia sostenible basada en recursos internos. La guía de la OMS insiste en que el gasto en salud debe verse no solo como un costo, sino como una inversión en estabilidad social y resiliencia económica.
La guía recomienda priorizar los servicios a los que acceden los más pobres, proteger los presupuestos de salud esenciales, mejorar la eficiencia a través de compras estratégicas, e integrar programas específicos de enfermedades en modelos integrales de Prestación de Atención Primaria de Salud (APS). Ya se están tomando medidas positivas, con países como Nigeria, Ghana y Kenia asignando fondos presupuestarios adicionales o esperando la aprobación parlamentaria para aumentos con el fin de compensar la escasez de ayuda.
Si bien la solidaridad global es fundamental, el camino duradero hacia resultados de salud estables radica en el fortalecimiento de los sistemas de salud predominantemente públicos y organizados por el gobierno. Abordar la Crisis de Financiación de la Salud Global requiere no de instrumentos bancarios diseñados para calcular el riesgo de pérdida, sino de esfuerzos más amplios para expandir los ingresos públicos a través de la cancelación de la deuda y abordando las prácticas fiscales que socavan los fondos públicos. En última instancia, los países deben construir sistemas con suficientes salvaguardas para prevenir la explotación y la corporativización de la infraestructura sanitaria frágil que invita la promoción acrítica de las Finanzas Privadas.







