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Nuevas Clases de Antifúngicos: Una Esperanza Vital

  • 12 ago
  • 2 Min. de lectura
Un científico con bata de laboratorio y gafas utiliza pinzas para examinar una placa de Petri. Un microscopio y otros equipos son visibles en la mesa del laboratorio.

El panorama de la salud global se enfrenta a una creciente amenaza de infecciones fúngicas, exacerbada por el cambio climático y la aparición de cepas resistentes a los medicamentos, como la notoria Candida auris. Dada la escasez de opciones de tratamiento —solo hay tres clases principales de antifúngicos en el mercado, en contraste con las docenas de antibióticos—, la búsqueda de nuevas "armas" ha sido crucial. Recientemente, dos descubrimientos independientes han encendido una luz de esperanza en esta batalla.


Investigadores en China han descubierto la Mandimycin, un compuesto producido por la bacteria Streptomyces netropsis. Esta nueva molécula ha demostrado ser eficaz incluso contra cepas resistentes de C. auris en ratones, superando a fármacos comunes como la anfotericina B. Su mecanismo de acción es sorprendente: mientras que algunos antifúngicos existentes, como la anfotericina B, atacan el ergosterol en las membranas fúngicas (lo que a menudo causa toxicidad en las células humanas al extraer colesterol), la Mandimycin se enfoca en los fosfolípidos, particularmente el fosfatidilinositol. Lo más intrigante es que, a pesar de que los fosfolípidos están presentes en todas las formas de vida, la Mandimycin muestra una toxicidad significativamente menor para los riñones de ratones y células renales humanas, y no daña a las bacterias. Se especula que su ataque podría ser específico para los fosfolípidos que se encuentran solo en los hongos.


Paralelamente, un equipo de la Universidad McMaster en Canadá ha revelado una nueva clase de moléculas llamadas Coniotinas, aisladas de un hongo de plantas, Coniochaeta hoffmannii. Las Coniotinas también han mostrado una potente actividad contra C. auris y otros patógenos fúngicos, sin dañar las células humanas. Su innovador mecanismo de acción radica en su capacidad para unirse directamente a la pared celular fúngica. Gerry Wright, investigador principal del estudio, compara la pared celular con la capa protectora de un M&M; al perturbar esta estructura vital, las Coniotinas comprometen fundamentalmente la supervivencia del organismo fúngico. Este avance fue posible gracias a una técnica llamada prefraccionamiento, que permite identificar moléculas previamente "ocultas" en mezclas químicas complejas.


Estos descubrimientos son cruciales porque los hongos son biológicamente más cercanos a los humanos que a las bacterias, lo que complica el desarrollo de tratamientos seguros. La emergencia global de C. auris, una amenaza especialmente para individuos inmunocomprometidos, ha subrayado la urgente necesidad de estas nuevas herramientas. Aunque aún quedan misterios por resolver, especialmente para Mandimycin, y pasos de desarrollo por delante para ambos compuestos, estas nuevas clases de antifúngicos representan un salto significativo en nuestra capacidad para combatir las infecciones fúngicas resistentes.


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